
Con un pequeño pretexto, uno simple, sencillito, el colchón no me deja parar, la colcha me acaricia el cuerpo y el calor de la almohada se niega hacerme a un lado. Mi falta de decisión me impide levantar y es que disfruto tanto quedarme ahí, escuchando el silencio, sintiendo que no existe el tiempo, sabiendo que ahí todo está bien, lo único que puedo hacer es soñar y aunque sé que en algún momento me tengo que ir, se dibuja en mi rostro una enorme y adictiva sonrisa al saber que más tarde voy a regresar.
Que lindo es sentirse querido, al menos por un colchón, aunque no sea el mío...